jueves, 6 de octubre de 2011

Sexualidad y discapacidad intelectual (*) por Sexorum

Sexualidad y discapacidad intelectual (*) por Sexorum

Fuente: http://www.diariodealcala.es/articulo_c/general/2473/sexualidad-y-discapacidad-intelectual

La discapacidad intelectual  se manifiesta de muchas formas y tiene diferentes grados, cuando hablamos de personas con discapacidad y las metemos a todas en el mismo saco, estamos generalizando  y probablemente equivocándonos. Hay que tener en cuenta las características de cada una de ellas con referencia a este tema o a cualquier otro que les aplique. Dicho esto, voy a intentar esbozar unas ideas básicas referentes a este tema.

Mucha gente piensa en las personas con discapacidad como los eternos niños. Es seguramente bajo este prisma desde el que creen que las personas con discapacidad carecen de sexualidad. Ahora bien, desde el momento en que la sexualidad es la particular manera que tiene cada hombre (o cada mujer) de ser y sentirse hombre (o mujer), una persona con discapacidad no puede evitar tener sexualidad ya que no puede evitar ser hombre (o mujer, si es el caso).

Debido a la confusión que muchas veces existe entorno a los términos sexológicos, es posible que cuando alguien asegura que los discapacitados no tienen sexualidad, en realidad quiera decir que los discapacitados no tienen erótica (deseos por el hecho de ser sexuados) o amatoria (los gestos con los que se ponen en práctica esos deseos). Este tipo de afirmaciones suelen partir del desconocimiento, ya que con discapacidad o sin ella, todos los cuerpos son sexuados y por lo tanto todas las personas pasan por la pubertad, la adolescencia y llegan a la madurez. Que la capacidad intelectual de una persona no sea igual a la capacidad intelectual de las personas de su entorno no significa que su cuerpo no segregue las hormonas masculinas y femeninas que provocan los cambios puberales, ni que se activen los mismos mecanismos que suscitan el deseo erótico.

En la otra cara de la moneda están los que afirman que las personas con discapacidad están obsesionadas con este tema. Esta creencia se recoge en el dicho popular “a todos los tontos les da por lo mismo”. Sin embargo las personas con discapacidad no tiene un deseo erótico exacerbado, sino que carecen de las inhibiciones sociales que sí tiene el resto de las personas. Esto provoca conductas inapropiadas como mostrar o tocarse los genitales en lugares públicos. Debajo de estos comportamientos subyace el desconocimiento del concepto de intimidad.

Que la intimidad sea un concepto abstracto complica su aprendizaje para las personas con discapacidad, sin embargo, se han enseñado otros conceptos abstractos a  personas con discapacidad, con constancia y los apoyos oportunos, entonces ¿qué pasa con la intimidad? Con frecuencia, la razón es que es un tema en el que no se ha incidido lo suficiente. Una de las causas podría ser que las personas con discapacidad intelectual necesitan ayuda en tareas básicas de la vida diaria como pueden ser vestirse y asearse. Esto conlleva que momentos que el resto de las personas viven en su intimidad, estas personas los vivan acompañadas y a veces con poco respeto a su cuerpo desnudo.

Sin embargo, esto no es excusa para que se permitan conductas inapropiadas como por ejemplo que una persona de estas características se masturbe en el salón de su lugar de residencia. En este caso, podría indicársele la conveniencia de mantenerse a solas en su habitación o en el cuarto de baño con la puerta cerrada mientras realice este tipo de gestos.  En ocasiones, será necesario acompañarla físicamente a un sitio más adecuado. Esto nos lleva a otro punto a tener en cuenta y es la dificultad de estas personas para tener espacios y tiempos de intimidad.

Para las personas con DI, sobre todo para los adolescentes y los jóvenes, es también complicado aprender y seguir las normas sociales relativas a las relaciones de pareja. Así, no es infrecuente, oír a chavales de estas características decir que tienen dos o más novi@s o verlos besarse de manera más o menos apasionada con diferentes parejas. Esto refuerza la idea que se señalaba anteriormente sobre sus deseos eróticos desenfrenados y añade la de promiscuidad.  Estamos hablando de dificultades a la hora de aprender las normas sociales, no de la imposibilidad de aprenderlas. Este aprendizaje va a requerir unos tiempos más largos y un apoyo mayor –como suele ser habitual en este colectivo-, sobre todo hasta que interioricen esas normas como suyas.

Por debajo de estas ideas también está el miedo de los padres y tutores a que las personas con discapacidad tengan descendencia, es decir a que sus relaciones eróticas den fruto. Las personas con discapacidad intelectual están perfectamente capacitadas para amar y probablemente el campo de las relaciones afectivas sea uno de los ámbitos de su vida en el que la discapacidad no influya negativamente. Así las cosas, parece un flaco favor impedir su acceso a este tipo de relaciones, prohibirlas, vetarlas o negarlas por nuestros miedos. ¿No sería mejor educarles para que puedan disfrutar de este ámbito tan importante de sus vidas?

Arancha Gómez
Sexorum
Equipo Actividades Externas Incisex



(*): Este artículo está escrito pensando en personas con discapacidad intelectual leve o moderada.

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