viernes, 29 de abril de 2011

Comer a oscuras para ponernos del lado de la discapacidad visual


Fuente:www.insercionsocial.com

 

Si nos fijamos en la botella de la imagen, diríamos que contiene un vino rosado. Reflejo de que para las personas videntes, la vista es el primer sentido con el que diferenciar unas cosas de otras. Luego, se apoyan en el olfato y el gusto y los más entendidos quizás en el tacto del caldo en su paso por labios, boca y garganta. Pero, siendo conscientes de la importancia de la vista, ¿seríamos capaces de diferenciar el vino a oscuras?
El noventa por ciento de las personas videntes que ya lo han hecho, desde que el restaurante Dans Le Noir abriera sus puertas hace unos años en París, han fracasado.
“La idea son las sensaciones. Te das cuenta de lo que comes y bebes con la vista, de que todo pasa por la vista. Cada día en Barcelona, en Londres, en París, un noventa por ciento de las personas, nueve de cada diez, confunden el vino tinto, con el blanco y el rosado”.
Así nos lo cuenta Maité Sutto, responsable de Dans Le Noir en Barcelona, que tira de pura estadística para reflejar la importancia de la visión en las situaciones más cotidianas. Situaciones como las que se viven en el recién inaugurado restaurante de la Ciudad Condal, que para Maité, además de su trabajo, representa una lección vital. “Es una experiencia muy fuerte, hay que vivirla”, insiste.
Al entrar en él, el cliente se sumerge en la oscuridad, ese ambiente que postergamos a nuestra vida íntima en el que desaparecen las distinciones más superficiales. Guiado por un camarero invidente, se olvida, durante la cena, de las diferencias, del aspecto de aquello que le rodea: no sólo la comida o el vino, sino también los camareros y los compañeros de mesa.
Lo único que se sabe en esta experiencia de dos horas es el precio del menú. Tan sólo para evitar sorpresas, a la hora de hacer la reserva se pregunta a los clientes acerca de alergias y restricciones alimentarias. Luego, con un pollo delante o un salmón, se darán cuenta de que los sabores les suenan, pero no saben muy bien de qué alimento se trata.
“Son cosas que comes a diario, pero pierdes la memoria olfativa que pasa por la vista”.
Tras la hora y media de rigor que dura el ágape, comienzan las sorpresas. A la salida toca poner cara a los compañeros de mesa, a los camareros y también al plato. Conversando con Maité Sutto, le preguntaba qué sentidos se desarrollaban más y, tras responderme que obviamente todos menos la vista, apuntaba que la gente hacía uso, en la oscuridad, de algo más importante si cabe, la fraternidad:
“Tenemos gente que viene, habla con los compañeros de mesa y luego al salir dice: mira es que esperamos la pareja con la que estábamos porque lo pasamos muy bien y hemos decidido tomar el café juntos. Cuando observan que las personas con las que compartían mesa eran invidentes, se quedan un poco sorprendidos. Después salen, se toman unas copas juntos y acaban la noche por Barcelona, como si fueran amigos de toda la vida”.
Y es que tal y como afirma Sutto, Dans le Noir, no es el primer ni el único restaurante en emplear a gente con discapacidad visual. La diferencia radica en que dentro de su salón, todos somos invidentes. Acostumbrados a hablar de la importancia de la accesibilidad para romper barreras y fomentar la igualdad, con esta iniciativa lo que se nos propone es ir un paso más allá: cambiar los roles. Ya no somos nosotros los que ayudamos, sino los ayudados.
“El trabajo que hacen mis camareros a oscuras podrían hacerlo fuera”.
Un restaurante, que para Maité y muchos clientes de los que han pasado, ha supuesto mucho más que un lugar donde ir a cenar los viernes. Para ellos, es una experiencia humana y  sensorial, a la que la responsable le gusta añadir su carácter social. Y es que, no sabemos si se come mejor a oscuras, pero lo que sí es cierto es que se come de otra manera.

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